La escritura y
sus fronteras
En 98 segundos sin sombra
Una novela de
Giovanna Rivero [1]
Por razones que no viene a cuento
mencionar ( porque el corazón no siempre entiende de razones) estoy leyendo desde una nueva perspectiva
“Las Camaleonas” de Giovanna Rivero S. en
su tercera edición (la primera es de 2001 y esta de 2012, revisada) cuando
me llega la noticia de que “98
Segundos sin sombra” ya está en las librerías de Santa Cruz. De los primeros ejemplares que llegaron (100)
compré el No. 98!!! Y si bien no soy muy de la cábala, me arriesgué a pensar
que ‘algo’ tendría que ver este detalle.
Leí la novela en una sentada. Lo
primero que observé detenidamente, fue la ilustración de la tapa, parte de
una delicada edición. Si bien las portadas de varias de las
obras de Rivero tienen un cuidado trabajo
editorial, en lo que al diseño gráfico se
refiere, esta marca una diferencia
por la sutileza que sugiere, sutileza que trasunta en la trama y el
lenguaje. Una vez leída,
y como producto de otro impulso,
tuve la sensación de que es una novela con una temática que se reitera una vez
más: las mujeres y sus aflicciones, sus deseos,
(los dichos y los no dichos), los vínculos familiares en esto que es un pequeño
pero intenso clan familiar, de ambigua naturaleza matriarcal/ patriarcal
(porque la figura paterna, aunque profundamente descalificada, está y tiene un sentido
dialéctico: en su relación con las mujeres de la familia, esto es la abuela, la
esposa y la hija por supuesto). Y todo ello, narrado por
Genoveva, tras la
“primera persona”, una adolescente a la que algunos lectores
le “ponen” más o menos edad de la que confiesa tener, y a la que consideran
buenamente típica por su afán de huir de una realidad insatisfactoria: huir
literalmente de “el culo del mundo”
o por lo menos fugarse a
través de la literatura. Hasta ahí, estamos en el ámbito de los temas, de las
preocupaciones, (sí, es verdad, en cierto modo recurrentes) de la autora. La
mujer y sus deseos; la mujer y sus goces.
Por otro lado, vinculando estas
dos obras, me encuentro con un detalle por demás significativo a mi juicio: en
‘Las Camaleonas’, el psiquiatra de la protagonista le instruye a ésta escribir…
un diario. En “98 segundos sin sombra”,
las monjas del colegio al que asisten Genoveva y sus compañeritas les “ordenan” escribir… (ya se imaginarán)
…un diario, esta vez, al estilo del de Ana Frank. Y aunque no están en guerra para escribirlo, como
argumenta un otro personaje, tendrán
que hacerlo. Porque de alguna manera, 98 segundos sin sombra es el
relato de una guerra
interior del personaje central que
hasta donde podemos intuir (por ahora) se resolvería leyendo y
escribiendo. Los personajes de las obras de Rivero, han
sido y son siempre lectores, de la más variopinta gama de gustos y elecciones.
En ‘El culo del Mundo’ (o Therox como prefieran) la gente lee: La revista Duda, o tal vez “Selecciones”,
historietas, fotonovelas, novelitas de misterio o pistoleros. Revistas de caricaturas…
Los personajes leen. Estas lecturas,
al decir de la autora, habrán creado un paradigma a través del cual perciben el
mundo.
Y este es el aspecto que parece
ser un tópico recurrente en esta autora, que habiendo escrito de mujeres fatuas
y mujeres ilustradas, mujeres carentes, relaciones veladamente incestuosas,
agresividad y abandono, partidas y desencuentros, siempre ha mantenido una
indirecta o sutil (en sus primeras obras) relación con la ESCRITURA como acción sobre la que se reflexiona
y se apuesta, y ahora en esta última obra lo hace con claridad y convicción. A
hurtadillas, y en un cuaderno (recuerdo ahora los cuadernos de colores de
Abelardo Castillo que recientemente se han transcrito para su publicación), se permite tal como ella misma lo dice
“…la construcción de una
individualidad femenina que tambalea, que es dolorosa”. [2]
Frente a la imposibilidad de
“ser” sobre la que se viene preguntando la narradora en esta obra, dice:
“(…) Yo debería ser su hija
o su novia (de Freddy Mercury).
Ninguna de estas cosas es posible.
Mi vida es la imposibilidad. La caca de Dios.
Excremento sideral.” (P. 59)
Esta, que parece ser una certeza
más propia de adolescente, es en realidad la angustia existencial de hombres y
mujeres. De mujeres en particular desde la perspectiva de Giovanna Rivero. Y de
mujeres “que escriben” en este caso puntual.
Su cuaderno (que NO es un diario,
es un cuaderno) registra parte de su cotidianeidad, hasta que decide tomar la
decisión que marcará su futuro. Esta cotidianeidad que oscila entre la
normalidad convencional, el peso de las frustraciones familiares, está a contramano de los deseos aún no muy claros de la
protagonista. Genoveva no sabe muy bien lo que quiere, (salvo irse sin destino
fijo), pero sabe lo que no quiere: permanecer. Permanecer allí. Permanecer quieta.
“Beso la tapa dura de mi cuaderno. Nunca más
escribiré aquí. Todo está destinado al fuego.” P. 174
Deja el cuaderno, al tiempo que
deja su mundo. La escritura ha
operado como un catalizador, pero también como un elemento determinante para
dar un paso adelante
(¿adelante?, ¿es que hay un “adelante?).
Su Maestro la inclina por la observación. Y cuando pretende describirlo,
dirá:
“(…)
no se me ocurre ahora ninguna metáfora. Estoy casi vacía. Las palabras me
estorban” (…) nada tiene sentido.
Porque finalmente, y pese a
nuestras certezas de que la
escritura ha operado, siempre habrá algo que la palabra no alcance a decir,
siempre habrá un resto que no se puede simbolizar. Siempre habrá algo
indescifrable, como se menciona respecto al Maestro Hernán. Y esa falta, llevaría a
seguir escribiendo. Que aunque
escribir “en serio sea doloroso”, es inevitable.
Y aunque la escritura tiene fronteras, son tan imaginarias
como las geográficas. Por eso franqueables. A lo largo de los 18 fragmentos que
componen el relato, la imperiosa necesidad de ficcionalizar la cotidianeidad ha
logrado equipararse a esos 98 segundos de felicidad sin sombra. Como ha sido la lectura de un relato
sin sombras, que marcará un antes
y un después en la gran escritora que ya no es más uno de los 25 secretos mejor
guardados de la literatura de América Latina.
Estimada Claudia, antes que nada me gusta tu forma de escribir, claro, eres una experta. Por otra parte, el comentario que haces de la obra de Giovanna Rivero es edificante y constructivo, así también muy didáctico pues los giros idiomáticos y linguísticos de los que te vales, creo que nos han permitido a los lectores blogueros comprender mejor el contexto y la narrativa que muestra la autora.
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